Desborde


2019
    
instalación

Exhibición:
14 Bienal de Artes Mediales de Santiago

Una obra inmersiva, que supone el ingreso de elementos salvajes al Museo Nacional de Bellas Artes, nos alerta del fracaso del proyecto moderno fundado en la distinción entre naturaleza y cultura humana. Representada tradicionalmente por la bidimensionalidad de la pintura, la cordillera de los Andes ingresa al museo convertida en una escultura efímera, resultado de una profunda confluencia entre la imaginación artística, la antropología, la geografía, la historia y la cartografía.

Tomando como punto de referencia un levantamiento topográfico 3D del territorio que se extiende de Colombia a Magallanes (entre los paralelos 15 Norte y 55 Sur), el espacio se dividió en nueve polígonos para determinar la escala 1 a 900.000. Los aproximados 8.000 km de extensión de la cordillera equivalen, entonces, a los 8,88 m del largo de la escultura. La referencia de altitud (los 6.962 msnm del Aconcagua, por ejemplo) se representa por una equivalencia de 1.268/1. Para provocar el aislamiento de la cordillera del resto de los accidentes geográficos con los que está conectada en la realidad, se simuló un aumento de la elevación del nivel del mar a 360 msnm, es decir, se imaginó buena parte del subcontinente inundado.

Este modelo 3D sirvió de base para la fabricación de la escultura, una réplica en cera de abeja de la cordillera de aproximadamente 9 metros de extensión, distribuida en nueve mesas de metal, cada una de las cuales emite el calor que irá provocando derretimiento y desborde.

Esta obra fue gestándose en un diálogo sostenido por Josefina Guilisasti con la geógrafa Pilar Cereceda, el antropólogo Horacio Larraín y la historiadora del arte Catalina Valdés. Cada encuentro, sintetizado en una video-entrevista, dio lugar al recuento de vidas dedicadas a estudiar las formas y los habitantes de la cordillera. El conjunto se presenta como una alarma silenciosa ante la violencia a la que está sometida esta porción de tierra desbordada.

Catalina Valdés
Desborde is an immersive work, which entails the entrance of wild elements to Chile's National Museum of Fine Arts and alerts us about the failure of the Modern Project, based on the distinction between nature and human culture. Traditionally represented by the two-dimensionality of painting, the Andes Mountains enter the museum transformed into an ephemeral sculpture, the result of a deep confluence between artistic imagination, anthropology, geography, history and cartography.

Taking as a reference point a 3D topographic survey of the territory that extends from Colombia to Magallanes (between the 15th North and 55th South parallels), the space was divided into nine polygons to determine the scale 1 to 900,000. The approximate 8,000 kms of extension in the mountain range is then equivalent to 8.88 m. in the sculpture's length. The altitude reference (the 6,962 m. of the Aconcagua, for example) is represented by an equivalence of 1,268/1. In order to isolate the mountain range from the rest of the geographical features with which it is connected in reality, an increase in the sea level was simulated at 360 meters —that means that a good part of the subcontinent was imagined to be flooded.

This 3D-model served as the basis for the manufacture of the sculpture, a bee-wax replica of the mountain range, approximately 9 m. in length, distributed on nine metal tables, each of which emits the heat that will cause it to melt and overflow.

This work was developed in a dialogue held by Josefina Guilisasti with geographer Pilar Cereceda, anthropologist Horacio Larraín and art historian Catalina Valdés. Each encounter, synthesized in a video interview, gave rise to the recounting of lives dedicated to the study of the mountain range's forms and inhabitants. The whole is presented as a silent alarm about the violence to which this overflowing portion of land is subjected.

Entrevista de Catalina Valdés con Pilar Cereceda geógrafa y Horacio Larraín antropólogo.